lunes, 19 de marzo de 2012

Yo sobreviví a "Viceversa": Internet y las leyes anti-descarga.

Desde que estallara la contienda entre industria de contenidos culturales e internautas sobre la piratería y la violación de los derechos de autor, me ha llamado la atención que el debate siempre se acaba centrando en unos cuantos argumentos repetidos como el estribillo de una canción indie: hasta la saciedad. Esto es: la pérdida de beneficios económicos de unos, el tajo a la libertad de expresión de otros, la pérdida de beneficios económicos de unos, el posicionamiento a favor del progreso de otros, la pérdida de beneficios económicos de unos… (No, no se me ha quedado el finger anclado en el copy-paste, intentaba ser irónico). El caso es que no he escuchado a prácticamente nadie hablar del beneficio real del acceso masivo a la cultura que ha significado la aparición de internet para nuestras maltratadas y, hasta ese momento, super-guiadas meninges. El intercambio cultural en internet es un hecho. El intercambio cultural en la red, debe existir. El problema es ¿a quién perjudica?

Siempre que hablo del turbio asunto de las descargas en internet, lo hago desde tres principios fundamentales: El primero, es que el acceso a la cultura debe ser libre. El segundo, es que hay que proteger los derechos de autor. Y el tercero, se debe denunciar a quien se lucre con el trabajo de otros.

La S.O.P.A., o Stop Online Piracy Act, apareció el año pasado en Estados Unidos como proyecto de ley, cuya finalidad es expandir las capacidades de la ley estadounidense para combatir el tráfico de contenidos con derechos de autor y bienes falsificados a través de Internet. La S.O.P.A. es, versión cowboy, lo que la Ley Sinde es en España. La llamada Ley Sinde (popularmente conocida como “Sindescargas”) pretende eso exactamente en nuestro país: dotar a la administración del poder para cerrar una web si considera que vulnera los derechos de autor, sin la participación del poder judicial.

Como un ente aparte y hundida en su propia miseria, aparece la actividad de la SGAE (Sociedad General de Autores y Editores) de los últimos diez años en España. Una sociedad formada por y para los derechos de los artistas, con un índice abrumador de ignorancia y extremismo ideológico por metro cuadrado. Con Teddy Bautista a la cabeza, amén de otros artistas patrios consagrados de reconocidísimo prestigio internacional (Caco Senante) integrando la Junta Directiva, la SGAE ha atacado directamente a las redes P2P, declarando que no son más que "una forma de explotación del repertorio de los autores en la modalidad de comunicación pública, para la cual es imprescindible la preceptiva licencia". Gran razonamiento, teniendo en cuenta que quienes lo sueltan se consideran a sí mismos exponentes de la creación y difusión de la cultura. El afán recaudatorio de la SGAE quedó retratado cuando, en 2002, impuso el canon digital por copia privada. Un cobro "pagas sí o sí", al más puro estilo Chicago años 30, que le reportó a la entidad y sus socios un beneficio de 400 millones de euros desde su imposición. Prácticas abusivas llevadas a cabo por un grupo de tecno-ignorantes metidos a gestores, con muchas ganas de hacer el dinero que no consiguieron en su época de "artistas".

Caco Senante, cuando aún no era "caco"

Dejando a un lado a la SGAE, en mi opinión, el encab**namiento general del pueblo con las leyes S.O.P.A. o Sinde, viene motivado por la falta de información. Estas leyes (al menos, de momento; si la cosa cambiara en el futuro, volveríamos a abrir este X-File) pretenden acabar con páginas que se lucran mediante la publicación de contenidos sujetos a derechos de autor. Esto es, publicando en una página enlaces de archivos sacando un beneficio económico de ello (mediante la inclusión de banners publicitarios, por ejemplo). Necesitamos transparencia informativa: Solo escuchamos las palabras "web", "descargas" y "cierre". Debemos entender que es inmoral obtener beneficio económico aprovechándose del trabajo de otro; este razonamiento lo defenderé siempre. Hay que perseguir a quienes infrinjan este principio ético. Dicho esto, considero que el intercambio de archivos sin ánimo de lucro, no solamente debe ser considerado legal y apartado de toda duda jurídica; debería ser un derecho fundamental.

Para ilustrar un poco todo esto, propongo un viaje en el tiempo, cual Marty McFly a bordo de su DeLorean. Pulsemos “Play”, y escuchemos a Joe Cocker cantar “With a Little help of my Friends” mientras nos trasladamos 20 años en el tiempo y volvemos a aquellos maravillosos años. La época en la que sonaban los New Kids On The Block. Ejem. Sí. Entonces eran ellos los que lo petaban, para goce de compañeras de clase con exceso de Bonys y Tigretones en sangre. La época de Glenn Medeiros. De MC Hammer. De la lambada… Creía que esto iba a ser menos duro, pero me está dando un retortijón. Y eso que aún no he hablado de los mitos patrios que luchaban entonces por reventar también nuestros tímpanos a finales de los 80/principios de los 90: Tennessee, La Trampa, Cómplices, Platón... Chimo “exta-sis, exta-no” Bayo... No puedo seguir, lo siento.
Hablo de todos estos monstruos, porque en mitad de todo aquel lodazal musical en el que nos sumergían las radio-fórmulas y los escasos programas musicales que pululaban por la televisión, siempre surgía la figura del primo mayor, del colega de clase, del compañero de equipo, etc., que ponía delante de nuestras ansiosas fauces una cinta de cassette virgen, con una pegata garabateada en un costado, y nos decía misteriosamente: “escúchate esto”. A veces, se añadía un “y ya me cuentas” si el tío estaba completamente seguro de que ibas a flipar con aquello, aunque no era del todo habitual. Y era cuando alguien nos pasaba algo de Otis Redding, Roberta Flack, Dire Straits, Pink Floyd, Franco Battiato, The Cure, cuando se obraba el milagro. Dejabas pensar en lo miserable que era tu existencia y la de Paco Pil, y pasabas a la acción. Eso era progreso.

Todo empezó aquí...

 
Internet y las redes de intercambio P2P, son la evolución del colega guay con radiocasette de doble pletina que nos pasaba las cintas en el recreo. En la actualidad, el acceso a la cultura es infinito; como dice David Bravo, “internet es el sueño de la Biblioteca de Alejandría hecho realidad.” Ahora bien, ¿a quién perjudica este acceso masivo y esta elección personal del alimento cultural? Está claro: a la industria. Casas discográficas, estudios cinematográficos, exhibidores de cine... Toda la ignorancia implícita en la mayoría de declaraciones de los representantes del negocio cultural (sobre todo en España) que he escuchado, se traduce en un miedo atroz ante la realidad actual: internet provee a la gente de voluntad propia.

"Tu piel moreeena, sobre la areeena,
nadas iguaaal que una sireeena..."

lunes, 12 de marzo de 2012

Si quieres ventanilla, pincha en "Me Gusta": KLM y el "Meet & Seat".

Este sábado, mientras ojeaba las webs de los principales periódicos online sin mucho afán, un pedazo de noticia se me tiró a los ojos cual marciano saltando al careto de Kane en “Alien, el 8º Pasajero”. Y no estoy hablando del spot que un achinado y celestial Steve Jobs ha protagonizado para Action Electronics (Gracias a Dios, he conseguido jugar con otros tablets), que también se sale; me refiero a la nueva opción disponible en la web de la línea aérea KLM a la hora de comprar un billete: el llamado “Meet & Seat”.

La aplicación consiste en lo siguiente: Aprovechando el tirón de las redes sociales más famosas, la compañía holandesa ofrece a sus clientes la posibilidad de subir su perfil de LinkdIn o Facebook en el momento de comprar su asiento en un vuelo, para que, quien venga detrás, pueda ver su perfil y decidir si quiere sentarse a su lado o no. El servicio solo puede usarse en vuelos transoceánicos o de largo recorrido.


Evidentemente, y como era de esperar, las críticas no han tardado en aparecer. FACUA, la organización en defensa de los derechos de los consumidores, afirma que el invento va a potenciar la discriminación hacia personas obesas, o mujeres embarazadas. Y que además, puede convertirse en un reclamo sexual (aaay, diablillos… que siempre estáis pensando en lo único).
Opiniones de gente relacionada con el negocio aéreo y APGs (Asociación de Protesta en General) aparte, podemos afirmar que el “Meet & Seat”  ha comenzado a cumplir el sueño más secreto de millones de geeks y tecnofreaks (y quizá no solo de éstos) de todo el mundo. KLM ha sabido conjugar perfectamente dos factores de plena actualidad: la crisis (los clientes potenciales del servicio son los muchos ejecutivos que antes viajaban en business y ahora deben hacerlo en turista debido la situación económica actual, a los cuales “les molesta todo”) y las redes sociales. La aérea afirma que la idea tiene, sobre todo, un trasfondo empresarial. No es de extrañar, teniendo en cuenta que una de las redes sociales desde las que puedes subir tu perfil es LinkdIn, orientada al mundo laboral. ¿Alguien se imagina la cantidad de negocios que pueden surgir entre los ejecutivos de los asientos 17A y 17B durante un vuelo Madrid-Nueva York? Esto podría dejar en pañales al mismísimo palco del Santiago Bernabéu.

Eso, por no hablar de la otra variante de relaciones que pueden surgir durante el aburrido, largo y monótono trayecto de un vuelo largo.  ¿Quién no ha fantaseado alguna vez con ese argumento tan novelesco de conocer a la persona de tu vida en un avión, a partir de la maravillosa coincidencia de ir leyendo el mismo libro? Amigos, nunca más tendréis que llevar a cuestas ese sobado y jamás leído ejemplar de bolsillo de “El Diario de Bridget Jones” esperando tan remota y patética casualidad con vuestra compañera de viaje (aparte, ese libro dejó de estar de moda entre las treintañeras hace años; a ver si estamos a lo que estamos). Ahora, desde Facebook ya podremos echar un vistazo, antes de que se enciendan los motores, a su escaparate personal (ojo, que los holandeses saben de escaparates; ver Barrio Rojo de Amsterdam) y buscar a esa persona especial y maravillosa, con intereses comunes, con la que podremos comentar esas magníficas películas aún no estrenada en España y dobladas con audio latino que previsiblemente nos tragaremos sin pestañear durante el trayecto.

lunes, 5 de marzo de 2012

“Waiting for Superman”: La lotería de la educación


Bajo el sugerente título de “Esperando a Superman”, llegó hace un par de años el documental que se encargó de abrir la tapa del gran contenedor basuril del sistema educativo americano y vaciarlo en nuestras narices. El título hace referencia a la gran esperanza del sufrido pueblo yanqui de que, al fin, llegue un mesías educacional que rescate a sus hijos de la mediocridad (y más que previsible fracaso) a que les somete el nefasto sistema escolar público (fans de DC Comics que esperasen ver a un tío volando con la ropa interior por fuera, keep out).

Producido por Bill Gates, que también aporta su testimonio en un momento dado (hay que decir que bastante metido con calzador, ¿no bastaba con salir en los créditos, Bill?) “Waiting for Superman” nos plantea una realidad demoledora: la educación pública en el país de las hamburguesas es un fracaso total, sustentado en cifras. A través de varios niños que cursan primaria con evidentes problemas de aprendizaje, asistimos a un recorrido por el alcantarillado de las “Elmental Schools” americanas, atascadas de profesores incompetentes (a continuación hablaremos de “el baile de los limones”) y de oscuros intereses de los sindicatos de teachers, para tormento de nuestras pituitarias.

En Estados Unidos, los profesores obtienen un contrato llamado “plaza” a los dos años de comenzar a ejercer; esto significa que, una vez obtenido dicho contrato, hagan lo que hagan, no se les puede despedir (me da igual si no aprendéis, a mi me van a pagar igual). En la película hay imágenes de docentes jugando a las cartas, leyendo e incluso durmiendo en salas de profesores. El “plaza” surgió en la década de los cincuenta, entre los profesores de universidad, para blindarlos ante posibles cambios políticos. A través de los años, este contrato se ha convertido en un sucedáneo de nuestro funcionarial y españolísimo “sueldo Nescafé”; una pena que a los States no haya llegado esta coña, habría sido un buen gancho publicitario con George Clooney entornando los ojos ante un profesor asobinado encima de su mesa. What else?

A partir del contrato “plaza”, nos encontramos con uno de los fenómenos que más me llamaron la atención; es lo que un docente en la peli llama "el baile de los limones”. Todos los colegios tienen profesores manifiestamente incompetentes,  son los llamados “limones”. Están ahí, y todo el mundo les conoce. A final de año, cada colegio manda sus “limones” a otro colegio, quitándose el problema de encima; solo que de forma eventual, ya que a esa escuela llegarán nuevos “limones” procedentes de otra, con su contrato “plaza” bajo el brazo, dispuestos a no hacer nada durante todo el curso y esperar nuevo destino a final de año. Los profesores “buenos” desean esperanzados que cada vez les vayan llegando “limones” de mejor calidad, y así tratar de hacer algo de zumo; pero el problema se irá prolongando año tras año.

Con semejante panorama, ¿qué hacen (algunos) padres? Tratar de evitar por todos los medios la educación pública convencional y buscar otras alternativas, también públicas pero “off system”. En la película se recoge el trabajo de educadores como Geoffrey Canada, un profesor asqueado del funcionamiento del sistema, que ha decidido dar un giro a la situación diseñando un sistema educativo de calidad, e independiente de los sindicatos de profesores. Estos centros se financian con dinero público, con lo que el acceso sigue siendo libre; pero es tal la demanda de plazas, que al final (y para que todos los niños tengan las mismas opciones) la selección de alumnos se hace de forma aleatoria, por medio de una lotería (literal); un bombo lleno de bolas. Si sale tu número, estás dentro; si no sale, buena suerte (¡y lo peor, es que no hay calvo!).

Una película muy interesante con algunos momentos de auténtica traca (insisto en la aceporrada imagen de los profes durmiendo como marmotas, ver para creer), y que invita a la reflexión: inevitable hacerlo después de ver la expresión de un niño esperando a que le toque la lotería de la educación.

jueves, 1 de marzo de 2012

"Piratas de Silicon Valley": La "tele" se queda pequeña.

Los tejemanejes del mundo empresarial siempre han sido un tema recurrente en las producciones norteamericanas. Hemos visto historias ambientadas en el mundo de las altas finanzas, de la tecnología, de la industria del espectáculo... Y casi siempre suelen aportar, como mínimo, entretenimiento. Es el caso de “Piratas de Silicon Valley”; sin embargo, a una historia como esta, se le debe pedir algo más. El planteamiento inicial de la rivalidad entre Jobs/Gates es tan potente, que inevitablemente, uno acaba pidiendo más rigor histórico y menos fundidos a negro de corte a publi.
Y es que, el principal problema de “Piratas…” es ese; que es una TV-movie. El guión está escrito en base a los 5, 6 cortes de publicidad marcados por el operador, y esa estructura es la que condiciona el desarrollo de la historia; cada 15 minutos más o menos, hay un momento de clímax que acaba en fundido a negro. Esto provoca que el desarrollo sea demasiado rápido, a trompicones, buscando esos golpes de efecto constantemente, obviando momentos y personajes clave (a Adele Goldberg se la muestra de forma anecdótica en la película, sin referirse a ella en ningún momento de forma explícita, cuando la realidad es que la base histórica inicial se sustenta sobre los tres vértices del triángulo Gates/Jobs/Goldberg) y mostrando otros datos de forma modificada (se nos hace creer que el ordenador “Lisa” fue un éxito tremendo, cuando en realidad, el primer intento fue un fracaso). La razón de que todos estos datos y personajes tan importantes se vean modificados, es que están encorsetados en la obligatoria duración de 90 minutos destinada al consumo televisivo. La historia de Jobs y Gates habría pedido, como mínimo, una mini-serie de dos episodios de 120 minutos.
Sin embargo, la película también tiene su lado positivo. Es una buena toma de contacto para quien no esté familiarizado con la relación de los dos reyes de las computadoras. La historia transcurre con mucho ritmo (como he dicho antes, a veces vertiginoso) y la caracterización de los personajes es realmente buena. Destacable interpretando a Bill Gates es Anthony Michael Hall, actor del que tengo un gran recuerdo por su etapa adolescente en películas ochenteras míticas como “La mujer explosiva” (John Hughes, 1985). Noah Wyle también hace un buen trabajo dando vida a Steve Jobs; Wyle consiguió mucha popularidad con esta iterpretación, hasta tal punto, que el propio Jobs le encargó abrir una conferencia de Macworld en 1999, poco después del estreno de la película, haciéndose pasar por él.
Aparte de algún error de documentación más (en 1975, cuando Microsoft empezó a funcionar en la habitación del motel de Alburquerque, la empresa todavía se llamaba “Micro-Soft”; en la película aparece escrito con su nombre actual), podemos decir que “Piratas de Silicon Valley” es una película interesante, recomendable para quien quiera conocer, de forma rápida y a grandes rasgos, una de las historias más morbosas y fascinantes del mundo empresarial del siglo XX.