jueves, 1 de marzo de 2012

"Piratas de Silicon Valley": La "tele" se queda pequeña.

Los tejemanejes del mundo empresarial siempre han sido un tema recurrente en las producciones norteamericanas. Hemos visto historias ambientadas en el mundo de las altas finanzas, de la tecnología, de la industria del espectáculo... Y casi siempre suelen aportar, como mínimo, entretenimiento. Es el caso de “Piratas de Silicon Valley”; sin embargo, a una historia como esta, se le debe pedir algo más. El planteamiento inicial de la rivalidad entre Jobs/Gates es tan potente, que inevitablemente, uno acaba pidiendo más rigor histórico y menos fundidos a negro de corte a publi.
Y es que, el principal problema de “Piratas…” es ese; que es una TV-movie. El guión está escrito en base a los 5, 6 cortes de publicidad marcados por el operador, y esa estructura es la que condiciona el desarrollo de la historia; cada 15 minutos más o menos, hay un momento de clímax que acaba en fundido a negro. Esto provoca que el desarrollo sea demasiado rápido, a trompicones, buscando esos golpes de efecto constantemente, obviando momentos y personajes clave (a Adele Goldberg se la muestra de forma anecdótica en la película, sin referirse a ella en ningún momento de forma explícita, cuando la realidad es que la base histórica inicial se sustenta sobre los tres vértices del triángulo Gates/Jobs/Goldberg) y mostrando otros datos de forma modificada (se nos hace creer que el ordenador “Lisa” fue un éxito tremendo, cuando en realidad, el primer intento fue un fracaso). La razón de que todos estos datos y personajes tan importantes se vean modificados, es que están encorsetados en la obligatoria duración de 90 minutos destinada al consumo televisivo. La historia de Jobs y Gates habría pedido, como mínimo, una mini-serie de dos episodios de 120 minutos.
Sin embargo, la película también tiene su lado positivo. Es una buena toma de contacto para quien no esté familiarizado con la relación de los dos reyes de las computadoras. La historia transcurre con mucho ritmo (como he dicho antes, a veces vertiginoso) y la caracterización de los personajes es realmente buena. Destacable interpretando a Bill Gates es Anthony Michael Hall, actor del que tengo un gran recuerdo por su etapa adolescente en películas ochenteras míticas como “La mujer explosiva” (John Hughes, 1985). Noah Wyle también hace un buen trabajo dando vida a Steve Jobs; Wyle consiguió mucha popularidad con esta iterpretación, hasta tal punto, que el propio Jobs le encargó abrir una conferencia de Macworld en 1999, poco después del estreno de la película, haciéndose pasar por él.
Aparte de algún error de documentación más (en 1975, cuando Microsoft empezó a funcionar en la habitación del motel de Alburquerque, la empresa todavía se llamaba “Micro-Soft”; en la película aparece escrito con su nombre actual), podemos decir que “Piratas de Silicon Valley” es una película interesante, recomendable para quien quiera conocer, de forma rápida y a grandes rasgos, una de las historias más morbosas y fascinantes del mundo empresarial del siglo XX.

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